Un cop fet el ple, el bus encara una carretera que mica en mica va ascendint cap a les properes muntanyes. La carretera estreta, plena de revolts i el trànsit intens, no acovardeix als decidits conductors que, sense cap tipus de manies i armats tan sols del clàxon, decideixen avançar en qualsevol moment a cotxes, camions o autobusos. Mentrestant, el perill imminent d’un accident no sembla

La visita comença amb una primera parada per a fer compres, de la qual ens escapolim dissimuladament per començar a gaudir de l’aire pur, el riu cristal.lí i les muntanyes. Al tornar al bus ens crida l’atenció una de les dones que ens acompanya, tan contenta ella amb les seves compres... L’anomenarem Carmen de Mairena.
Prosseguim fins al poblet de les dones dels cabells llargs, també conegut com Hongyao. Ple de dones que no es tallen el cabell, el porten recollit ja que aquest pot fer més de metre i mig. Més llarg que moltes d’elles!
S’hi accedeix per un vacil.lant pont de fusta que ens mena fins les primeres cases museu,
És divertit comprovar com aquests pobles tenen una vida dual,

El calor i les ganes d’estar tranquils ens apropa a un marge accessible del riu, on ens podem refrescar els peus i entaular una relaxada conversa tot fent semblant de pescar. Sabem que l’espectacle ha acabat i que el moment de marxar apropa quan els xinesos comencen a passar pel costat i, sense poder resistir-ho, fer-nos fotos abans de creuar el pont de tornada.
Canviem el nostre petit autocar

El carrer s’endinsa en la vall fins a trobar el poblet, on les cases s’amunteguen rodejades d’aigua, bambús... i arrosseres, és clar.
Abans de pujar a la cima i tenir una vista més clara de la vall cal reposar forces i mengem el típic arròs i pollastre, fet al foc amb bambú. L’arròs té un gust diferent i a aquestes hores entra bé, no com el pollastre on hi ha més ossos que carn, un cop més. Decidit, les aus no les tornarem a provar en tot el viatge.
Encarem la pujada final, les terrasses s’obren a la nostra esquerra primer i després són visibles en tot el panorama. Camps i camps, muntanyes i muntanyes,

En el primer mirador ens creuem la Carmen, tota contenta, vestida amb un tradicional vestit de la zona, fent-se fotografies amb tothom qui pot... nosaltres inclosos? Després d’uns moments d’observació, prosseguim cap al segon mirador.

La tornada, amb tots nosaltres cansats, es fa en el més estricte silenci, només trencat per les explicacions de la Carmen, alhora de visionar totes les fotos que s’ha fet i mostrar les compres a les seves dues companyes de viatge.
Després d’acabar el viatge

Decidim vagar per la ciutat en busca d’una altra activitat, o del pont correcte en el cas que ens haguéssim equivocat. Passegem per carrers on, pensant-ho una mica, mai de la vida hauríem arriscat a posar-hi els peus. I la jugada ens surt bé. Veiem un Guilin tan autèntic com el que havíem vist el primer dia.
Ens aturem en el que seria el clàssic concurs de crits fet per nens, seguit d’actuacions musicals i tot patrocinat per la cervesa TsingTao.
A Guilin se li acaben les hores. Demà pel matí anirem a buscar un bus que ens porti a l’aeroport i d’allí fins a Kunming amb la idea de refrescar-nos i reposar una mica. Kunming, la ciutat de l’eterna primavera... ahhhh...

Nos montamos en el pequeño autocar, ya casi lleno, y nos adentramos en el ya complicado tránsito de Guilin para terminar de ocupar los asientos vacíos. Vuelve a ser temprano y hoy iremos a descubrir las terrazas de arroz, en la región de Longsheng.
Una vez hecho el pleno, el bus encara una carretera que poco a poco va ascendiendo hacia las

La visita empieza con una primera parada para hacer compras, de las cuales nos zafamos disimuladamente para empezar a disfrutar del aire puro, el río cristalino y las montañas. Al volver al bus nos llama la atención una de las mujeres que nos acompaña, tan contenta ella con sus compras... La llamaremos a Carmen de Mairena.
Proseguimos hasta el pueblecito de las mujeres del pelo largo, también conocido como Hongyao. Lleno de mujeres que no se cortan el cabello, lo llevan recogido ya que este puede hacer más de metro y medio. Más largo que muchas de ellas!
Se accede por un vacilante puente de madera que nos lleva hasta las primeras casas museo, donde las viejitas nos intentan vender una pizca de todo el arte local. Un espectáculo de danza y canto está previsto, de la parte de las chicas más jóvenes, previo pago de una módica suma. Una vez más nos zafaremos del circuito establecido para ir a nuestro aire y tener tiempo de visitar tranquilamente el lugar.
Es divertido comprobar cómo estos pueblos tienen una vida dual, cuándo llegan los grupos de turistas y cuándo éstos ya no están (o no tendrían que estar). Nada tiene que ver el primer paseo, con todo el grupo, del segundo, nosotros por nuestra cuenta. La gente está más calmada, haciendo un poco más su vida, a la espera del próximo grupo, mientras las chicas dentro de la sala de espectáculos cantan y bailan para nuestro grupo. Con todo, todavía hay viejitas persistentes que consiguen venderte unas postales a cambio de unos yuanes y alguna foto.
El calor y las ganas de estar tranquilos

Cambiamos nuestro pequeño autocar por otro del lugar, un poco mayor, y continuamos la ascensión hasta la entrada del poblado donde, una vez mostrada la entrada, proseguimos a pie,

La calle se adentra en el valle hasta encontrar el pueblecito, donde las casas se amontonan rodeadas de agua, bambúes... y arrozales, claro está.
Antes de subir a la cima y tener una vista

Encaramos la subida final, las terrazas se despliegan a nuestra izquierda primero y después son visibles en todo el panorama. Campos y campos, montañas y montañas, cortadas, aplanadas, arregladas, sembradas y regadas, para convertir un relieve agreste en una gran zona de cosecha. No se puede decir que sea práctico, pues los agricultores tienen que subir y bajar constantemente haciendo equilibrios, pero bello y espectacular lo es un buen rato. Y supongo que rentable también.
En el primer mirador nos cruzamos con Carmen,
La vuelta, con todos nosotros cansados, se hace en el más estricto silencio, sólo roto por las explicaciones de Carmen, mientras visiona todas las fotos que se ha hecho y muestra las compras a sus dos compañeras de viaje.
Después de acabar el viaje pasando rápidamente por un salón de té y tomar una ducha en el hotel, nos montamos en un taxi que nos deja en medio de un puente donde pretendía ver una gran pagoda y una montaña iluminadas.
Decidimos vagar por la ciudad en busca de otra actividad, o del puente correcto en el caso que nos hubiéramos equivocado. Paseamos por calles donde, pensándolo un poco, nunca en la vida habríamos arriesgado a poner los pies. Y la jugada nos sale bien. Vemos un Guilin tan auténtico como el que habíamos visto el primer día.
Nos detenemos en lo que sería el clásico concurso de gritos hecho por niños, seguido de actuaciones musicales y todo patrocinado por la cerveza TsingTao. Reponemos en un McDonalds donde somos el centro de interés principal. Andamos por calles con un tráfico denso, cuando intentamos coger un tuk-tuk para volver al hotel éstos no nos quieren como clientes; en cambio quien nos querría son otros tuk-tuks, a tres calles del hotel, que nos proponen de todo haciendo gestos obscenos.
A Guilin se le acaban las horas. Mañana por la mañana iremos a buscar un bus que nos lleve al aeropuerto y de allí hasta Kunming con la idea de refrescarnos y descansar un poco. Kunming, la ciudad de la eterna primavera... ahhhh...
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